Título: Discurso por la dignidad humana

Autor: Giovanni Pico della Mirandola

Autor de la introducción: Philip Potdevin

Edición: Primera

Publicación: Bogotá, Colombia

Editorial: Ediciones Opus Magnum

Año: 2002

Páginas: 209

Prólogo

El pensamiento sincrético -en el sentido de conciliar pensamientos religiosos y filosóficos aparentemente contradictorios- de Giovani Pico, Conde della Mirandola y Príncipe de la Concordia, clausura la filosofía medieval acaparada por el dogmatismo cristiano de sabor aristotélico que va desde Agustín de Hipona hasta Tomás de Aquino, y abre el compás de la filosofía humanista del Renacimiento. Con ello se degaja, durante dos siglos, la avalancha de creación intelectual y artística gracias a la confianza que genera la esencia del Humanismo: poder acercarse a la divinidad a través de las manifestaciones y expresiones del ser humano. La pretensión de Pico de conciliar filosofías hasta entonces contradictorias, como la encausada en el cristianismo, la cábala, el pitagorismo y el zoroastrismo caldeo en los albores de la Inquisición, es un hecho que no puede pasarse por alto. Leer hoy a Pico della Mirandola, con la perspectiva histórica de quinientos años y en el amanecer de un nuevo siglo, un siglo que recuerda al Hombre su fragilidad en el Universo y a la vez redescubre el consuelo que brinda la filosofía, resulta una experiencia alucinante y fresca, justo cuando resurge el tema del hombre como intérprete y símbolo de la divinidad -asunto tratado dos milenios atrás por grandes iniciados como Pitágoras de Samos, Platón, Hermes Trismegistro, Jesús y Zoroastro-; este leitmotif dará a generaciones venideras el aliciente para seguir encontrando el significado de la vida.

Adentrarse a estudiar a Pico en el contexto moderno tiene sus riesgos; vivimos una época ecléctica, paradójica, de amplitud y globalidad en el conocimiento y a la vez de altísima especialización en cuanta disciplina humana, por ello las conclusiones de Pico podrían parecer ambiciosas a unos y superfluas a otros, pero no menos cierto es que toda época ha tenido un puñado de ávidos intelectuales que pretenden abarcar la totalidad del conocimiento disponible en la época, así el contendiente actual sea un intelectual virtual llamado world wide web. Somos herederos y usufructuarios de la dimensión histórica del Humanismo -y Pico della Mirandola es su figura central- que pone al hombre como centro del universo en su privilegiada posición de criatura única dueña de su destino, dueña de la dignidad de elegir libremente querer o no querer ser. Sin embargo, se requiere de algo más que agallas para atreverse, en 1485, siete años antes del paradigmático periplo del almirante genovés y en medio del azote de la plaga que diezma Europa, dar cita, en la capital del cristianismo, a una asamblea de sabios -léase augustos doctores de la Iglesia, peritos confinados en su único saber: la teología cristiana- para decir que él, a su temprana edad de veintitrés años, y después de estudiar y aprender latín, griego, hebreo, arameo y árabe, ha logrado sintetizar la totalidad del pensamiento humano en novecientas tesis, las cuales se propone presentar a debate público. Pico invita al que quiera refutar, discutir, negar o cuestionar su proclamado saber enciclopédico (casi tres siglos antes de D’Alembert, Diderot, Montesquieu y Voltaire), a que se presente a la asamblea y ofrece pagarle los viáticos desde cualquier lugar de la península itálica. Con su titánica empresa desempolva antiguas sabidurías -consideradas en Occidente profanas, bárbaras y heréticas- como los oráculos caldeos, los filósofos y comentaristas árabes, la cábala hebrea, el corpus hermeticum de Hermes Trismegistro, la magia superior y el pensamiento secreto de la Grecia antigua, y en especial de Pitágoras para conciliar aquel prohibido acervo intelectual con el dogma existente del cristianismo y desembocar en un sola gran corriente ideológica universal. He allí el mérito de Pico.

Pico es personaje central de la Florencia de la segunda mitad del quattrociento, junto a Lorenzo de Medici, el Magnifico; Ficino, fundador de la Academia neo-platónico auspiciada por Lorenzo, el poeta Policiano, el pintor Sandro Boticelli y otro grupo de arquitectos, filósofos, escritores, artistas. Una Florencia rica, pujante, ostentosa y orgullosa, pero también un Florencia que acoge al dominico Girolamo Savonarola quien, como caballo de Troya, se incrusta en la ciudad para, desde allí, derrocar la hegemonía de los Medici e implantar la primera república teológica de occidente.

La Oración por la Dignidad de humana, escrita a manera de prólogo para el debate público de las 900 tesis, es más que una simple oración, es la afirmación sobre el papel del ser humano en el contexto del Universo. Además, es una refutación a la hegemonía de la Iglesia Romana, a la condena por el pecado original y una invitación para que artistas, arquitectos, escultores y pensadores se atrevan a sacudir siglos de letargo para convertise, de artesanos en creadores, de meros hombres habilidosos en artífices de la voluntad y engendrar grandes obras, símbolos del universo y con ello, acceder a la divinidad misma. De igual manera, afirma Pico, el hombre es libre de caer en conductas viles y bajas, de arrastrarse por la tierra como abyecta criatura. Ésa es la dignidad del hombre: ser dueño de su destino, de su triunfo o de su fracaso, de su elevación o de su descenso.

No sorprende, al conocer el citado contexto, que las 900 tesis de Pico jamás llegasen a ser debatidas públicamente; aún antes de publicarse fueron objeto de sospecha por parte del pontífice romano y de sus prelados, al punto que primero trece, y luego la totalidad de las tesis fueron declaradas heréticas; justo lo necesario para dar pie a la excomunión, persecución, aprisionamiento y condena del prodigio del humanismo. Pico escapó a Francia, pero cayó preso y fue encerrado por algo más de un año, afrenta que quebrantó no sólo su espigada y delicada figura principesca de mas de un metro noventa de estatura, sino la voluntad de seguir enfrentando al aparato de la Iglesia romana. Escribió una apología para defenderse de las acusaciones y luego un comentario al Génesis y otro a los Salmos en procura de ganar de nuevo la confianza del Papa. Retirado a un villa, encontró más tarde consuelo de la amistad de Savonarola quien, con su arrolladora oratoria apocalíptica se levantó, primero contra los florentinos, luego contra la iglesia y el pontífice mismo, por las costumbres licenciosas y el alejamiento de los verdaderos principios cristianos, con la consiguiente enemistad de sus antiguos mecenas, los Medici, lo cual lo dejó en una precaria situación, múltiples detractores y enemigos. Poco antes de morir, el nuevo papa levantó la condena de excomunión y lo perdonó, pero el daño estaba hecho. La leyenda dice que Pico fue traicionado por alguien cercano y murió, a los treinta y un años, envenenado.

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